Neopunk - Una pincelada



He descubierto que no basta ir a contracorriente. Que desaprobar silenciosamente la mayoría de las cosas que veo en mi entorno, puede convertirse en acción política. Es muy probable, entonces, que desempolve los ideales del movimiento punk.

En su manifiesto se puede leer que “punk es la lucha constante contra el miedo de las repercusiones sociales”, lo que pone de manifiesto la necesidad de colocarse en la acera de enfrente de todo lo establecido. Una forma de denunciar, por contraste, esos valores que uno abomina y que son aceptados pasivamente por la mayoría.

Y he ahí el meollo del asunto: una mayoría alienada, acepta pasivamente no sólo que le impongan unos valores sin ningún tipo de cuestionamiento, sino que además terminan por ejercerlos como si les perteneciera.

Decidido a abrazar la causa punk, me propuse hacer una lista de algunos de esos valores: La trampa, el egoísmo, la falta de honestidad, el ostentar lujos con dinero mal habido, el deliberado desprecio por la sensibilidad y la expresión artística, la búsqueda del dinero fácil, el abuso, la chabacanería y la altanería son algunos de los valores ostentados por las figuras más visibles de nuestra sociedad.

Lo punk es, esencialmente, rebeldía. Los venezolanos esperamos que el país acumulara décadas de antivalores hasta convertirlos en políticas de Estado, para que surgiera la necesidad de rebelarnos contra los nuevos valores burgueses.

Por tanto, he optado por actuar deliberadamente a contracorriente de la época que me toca vivir como una manifestación política, como un deliberado estado de protesta permanente, una denuncia contra el sistema. De rebeldía. Cada vez que devuelvo una moneda recibida demás, cedo el paso, respeto escrupulosamente los puestos azules del Metro (así el vagón se encuentre vacío), cruzo por el rayado y solo cuando me toca y, sobre todo, sonrío y observo las normas de cortesía, estoy llevando a cabo mi silencioso grito de protesta, ejecutando mi pequeña guerra de guerrillas, contribuyendo con modestos y sibilinos gestos a dinamitar las bases de un sistema que logró alienar a las mayorías que creen que les gusta ser así.

Y no estoy sólo en esta lucha. La rebeldía comienza a tomar forma en un grupo cada vez más nutrido de conciudadanos. Siquiera por llevar la contraria a las figuras más visibles. Por todas partes se pueden ver brotes de esa rebeldía. Descubro, de hecho, entre mis amigos, una avanzada dispuesta, desde la acción y el ejemplo, a luchar contra un sistema de cosas que se asomaban como pequeñas picardías primero, y que luego, a fuerza de costumbre se convirtieron en patrón, hasta llegar a consolidarse en nuestros tiempos como normas, como el corpus de lo bien visto socialmente.

Ya el libertinaje sexual, por ejemplo, comienza a quedar como una manifestación de machismos y hembrismos caducos. No sólo mis amigos jóvenes se están casado, sino que los silenciosos rebeldes que nos antecedieron celebran con orgullo y a viva voz sus décadas de feliz unión. Esas míticas peñas políticas y artísticas desde donde se cambiaba el mundo a costa de descuidar el hogar, pasó a ser un repudiado símbolo del Status Quo. Ahora mis amigos ejercen la paternidad con impúdica chochera, compartiendo en las redes sociales las anécdotas de sus aventajados retoños. ¿El gobierno decreta cada año nuevos feriados?  Mis amigos protestan saliendo a la calle durante esos días a ver en qué pueden trabajar un poco.

Me emociona constatar que no estoy solo. Lo neo-punk cobra adeptos lentamente. Siquiera por el puro deseo de llevar la contraria.


 Héctor Torres  es autor, entre otras obras, del libro de crónicas "Caracas Muerde" (Ed. Punto Cero). Editor del portal Ficción Breve. Seguirlo en twitter en @hectorres
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